¿Qué diferencia existe entre el proceso de formación en una sentencia de un alto tribunal y la de un juez municipal? ¿Acaso los jueces no siguen el mismo deber de objetividad? Fuera de la autoridad que los reviste, ¿tienen los magistrados de las altas Cortes un mejor sistema para hallar el sentido de las normas jurídicas? Para cualquier ciudadano las respuestas a estas preguntas son intuitivas. Ciertamente no puede ser que los jueces de menor jerarquía tengan deficiencias en la elaboración de sus juicios sobre los casos concretos, pues eso equivaldría a aceptar que únicamente los procesos que alcanzan a escalar hasta los máximos tribunales obtienen una sentencia que comulga con el verdadero sentido de las normas y únicamente en estas instancias puede haber justicia. Por este motivo, la tradición jurídica se ha encargado de buscar constante-mente la legitimación de las decisiones judiciales, desde los altos tribunales, hasta los jueces de inferior categoría. Para ello, se ha recurrido tanto a teorías exegéticas que buscan la aplicación silogística del derecho, como a teorías de la argumentación jurídica que se basan en la aceptación racional de las razones suficientes que justifican determinadas acciones.

AUTOR – Luis Fernando Agudelo Henao